Uso y abuso: las dos caras de los antibióticosTratamientos
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La introducción de los antibióticos en el arsenal terapéutico para el tratamiento de las enfermedades infecciosas ha supuesto uno de los grandes hitos de la historia de la Medicina.
Sin embargo, son muchos los errores y las falsas creencias que giran en torno a su utilización, provocando un consumo excesivo e injustificado y generando las temidas resistencias.
Por eso, las campañas de educación sobre el uso racional de los medicamentos pretenden dar a conocer a la población de que la fiebre no es sinónimo de infección y que no siempre su etiología es bacteriana; que tomar antibióticos no es una forma correcta de prevenir la infección, y que los antibióticos no deben formar parte de los botiquines caseros.
Seleccionar el más adecuadoHay una serie de exigencias previas para tomar un antibiótico, como son la realización de pruebas rápidas de diagnóstico y/o cultivo de muestras biológicas para reconocer la etiología de la infección.
Sin embargo, no siempre es posible realizar estas pruebas y el tratamiento se aplica con un diagnóstico probable, según los microorganismos más probables.
En estos casos, hay que tener en cuenta otros parámetros como la localización de la infección, la edad del paciente, factores de riesgo, gravedad del cuadro, posibles factores epidemiológicos y alergias.
El amplio arsenal antibiótico está clasificado según varios criterios, que deben tenerse presentes para elegir el fármaco más adecuado:-
Por su efecto antimicrobiano.
Destacan los antibióticos bactericidas, que ejercen una acción letal e irreversible sobre el microorganismo, y los bacteriostáticos, que sólo impiden su crecimiento sin destruirlo.- Por su espectro de actividad. Pueden ser de amplio y reducido espectro, según el número de especies bacterianas frente a las que sean activos.- Por su estructura química. Los antibióticos que tengan propiedades químicas similares van a formar parte de una misma familia (ver tabla).-
Por su mecanismo de acción.
Los antibióticos pueden actuar impidiendo la síntesis de la pared bacteriana, la síntesis proteica, alternando la permeabilidad de la membrana celular o bloqueando la síntesis de los ácidos nucleicos. La investigación continúa aportando nuevas moléculas a la ya amplia batería de antibióticos, desarrollando nuevas moléculas con perfiles mejorados. Ejemplos de los avances en antibioterapia son los nuevos macrólidos, que han mostrado mayor eficacia en el tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, sinusitis, neumonía y enfermedades causadas por protozoos, ampliando sus indicaciones a enfermedades como la toxoplasmosis; los cetólidos que mejoran la actividad de los macrólidos y evaden los mecanismos de resistencia que los afectan; las nuevas quinolonas, que permiten el tratamiento por vía oral de infecciones como osteomielitis, infecciones urinarias, prostatitis o diarreas bacterianas, y las oxozolidinonas, de reciente comercialización e implantación, cuyo uso está indicado para infecciones nosocomiales, cutáneas o subcutáneas, respiratorias y para infecciones generalizadas provocadas por microorganismo multirresistentes.
Resistencias
La otra cara de los antibióticos la conforman las resistencias de los microorganismos a estos fármacos, calificadas por los microbiólogos como un problema preocupante para la salud pública. Se trata de un fenómeno muy frecuente, en continua evolución y que afecta a un número importante de antibióticos.
Pueden ser causadas por dos procesos distintos:- Mutaciones cromosómicas: cambios precisos en el propio genoma de la bacteria que propician una alteración suficiente para provocar la aparición de resistencia. En general, estas mutaciones provocan la aparición de resistencias a un solo antibiótico.- Transferencia de material genético: las bacterias resistentes son capaces de transmitir los genes responsables de la resistencia a otras bacterias sensibles, utilizando soportes genéticos. Así, dentro de la bacteria, un plásmido -porciones de ADN autónomas situadas fuera de los cromosomas-puede vehiculizar transposones -trozos de ADN que capturan genes de resistencia -y dentro de estos pueden existir integrones, los cuales contienen los genes de resistencia.Para saber cuál es el grado de actividad de un antibiótico se emplea el parámetro de la Concentración Inhibitoria Mínima (CIM), definida como la menor concentración de antibiótico que provoca la inhibición del crecimiento bacteriano visible. Según esta escala, se definirán como bacterias sensibles a aquéllas con las que se puede obtener un éxito terapéutico con dosis habituales; de sensibilidad intermedia, cuando el éxito es imprevisible, siendo necesario aumentar las concentraciones en el lugar de la infección o la posología, y las resistentes, cuando no se espera efecto terapéutico alguno sea cual sea el tipo de tratamiento.